JOURNALDRCORNELIAPAUN - “UNIVERSIDAD CUERPO Y" DR. CORNELIA PĂUN HEINZEL
   
 
  EL LABERINTO DE LOS ENIGMAS
  "AMOR DE CERNAUTI" DR CORNELIA PAUNHEINZEL
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  AMOR DE CANIBAL

“UNIVERSIDAD CUERPO Y" DR. CORNELIA PĂUN HEINZEL
del libro "AMOR DE CERNAUTI" POR DR. CORNELIA PAUN HEINZEL





DR. CORNELIA PĂUN HEINZEL: “Universidad- Cuerpo Y”

Traduccion por JUAN ANTONIO PELLICER NICHOLAS, JERO CRESPI,

MIHAELA BĂZĂVAN Y DAN COSTINAȘ

                   En frente, una fascinante mezcla de cuerpos geométricos protegidos por delicados velos - desde el verde claro de las primeras briznas de hierba, al eterno y oscuro verde de las agujas de los pinos - que se intersecan en las formas más increíbles... Parecía que un niño jugaba con gigantes hiperboloides, con enormes elipsoides y paraboloides, y los lanzaba aleatoriamente al aire, y ellos cayendo de forma caótica sobre las cimas de las montañas. Y lo más sorprendente eran las curvas resultantes de la intersección de las dos formaciones montañosas frente a nosotros...

                    Camelia se puso la camiseta sobre el traje de baño. A pesar de encontrarse en el mes más caluroso, los picos cubiertos de nieve de los Montes Bucegi le quitan las ganas de tomar el sol. Camelia portaba una pequeña mochila y continúo caminando lentamente en los pasos de Liviu. Detrás de ella estaba Roland. Cortando transversalmente la cuesta de la montaña, Camelia observo que Liviu dio un paso demasiado largo. Con sus pequeñas botas debía caminar sobre los pasos de alguien, o de lo contrario, podía deslizarse. Ella era la única en el grupo que no era escalador y no tenía botas adecuadas... y Roland también, a pesar de ser un escalador experimentado, él había ido solamente con la intención de pasear en Predeal, por lo que iba poco preparado y sin el equipamiento apropiado. Se reunió con el grupo de amigos de escalada en la estación, fue invitado al viaje y él se mostró de acuerdo inmediatamente.

– Pero aquí no hay rastros - dijo Camelia preocupada.

                    Al momento siguiente continuó cuesta abajo hacia el abismo. El ritmo era alucinante, porque el deslizamiento era terrible sobre la nieve.

"¡No hay salida! ¡Mira si muero!" - pensaba Camelia. Al siguiente segundo se golpeó en algo. Era Roland, que regresando sobre sus pasos en la nieve a toda velocidad. "Es necesario hacer algo para parar." - pensó Camelia, como despertando de un sueño, girando.

Entonces sintió algo frío en todo el cuerpo. "¡He muerto!" - pensó Camelia.

                    Un instante después vio que estaba suspendida en una roca sobre una pared vertical a unos cientos de metros. Se agarraba con una mano a un pedazo de roca y con la otra a un trozo de hielo flotante. Todo su cuerpo estaba sumergido en la nieve y un hilillo delgado de sangre goteando del cuerpo.

                    En la diagonal, en el límite del precipicio se encontraba Roland. El grupo de excursionistas que estaba arriba, había comenzado a gritar impaciente:

 – Descenderemos rápidamente. ¡No os preocupéis! ¡Menos mal que estáis vivos!

                    El descenso duró media hora, bajando más de 70 pies en el abismo hasta llegar a la nieve. Camelia tuvo tiempo suficiente para recordar todo lo que había sucedido durante el día. El domingo por la mañana debía ir a una excursión con Mihaela y su marido Mihai a la montaña. Camelia estaba muy entusiasmada porque nunca había realizado una excursión de este tipo. Con sus padres sólo había viajado en automóvil y siempre se había alojado en un hotel durante las vacaciones. Nunca había estado alojada en una tienda de campaña, además generalmente iban al mar, no a las montañas.

                    En el colegio donde seguía los cursos con perfil de matemáticas-informática y en la universidad, perfil técnico, los compañeros de clase eran generalmente chicos. Entre las chicas solo una o dos estaban dispuestas para ir de excursión. Las compañeras que no eran de Braşov, eran mayores y se debía a que habían estado trabajando, por lo que entraron más tarde en la universidad. Ahora conocía a Gabriela, miembro de un grupo dedicado a la protección de la naturaleza, de la universidad, contaba con algunos estudiantes de la Facultad de Ciencias Forestales. La excursión que se iba a llevar a cabo era de un solo día.

                    Durante la semana anterior habían ido por algunas colinas más allá de Săcele, donde habían encontrado unas flores raras, protegidas por la naturaleza y las habían fotografiado. A Camelia le gustó mucho. El sendero era fácil de transitar y ¡las flores eran tan hermosas!, además Camelia amaba a las plantas. Pero en ese momento los miembros del grupo decidieron realizar una ruta más difícil. Camelia no había hecho un viaje así por la montaña y en ningún caso, con personas con una amplia experiencia en la escalada, que habían realizado subidas sobre Tatra y Pamir. Así que eligió unas botas elegantes, de deporte y de calle, porque no sabía qué calzado era necesario para la montaña. En la estación de Braşov se encontraron con Roland, amigo de Liviu -el arquitecto-, que era el miembro más viejo del grupo. Él tampoco estaba preparado para la montaña, porque planeaba caminar únicamente por Predeal con el fin de meditar tras un divorcio reciente, antes de su salida definitiva hacia Alemania...

– ¿Cómo estás Roland? ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Ven con nosotros! Hoy vamos a escalar en Bucegi - dijo Liviu.

                    Roland disfrutó de esta oportunidad inesperada y aceptó sin discusión. Se bajaron del tren en Buşteni y comenzaron a subir los picos de las montañas. A pesar de ser verano, las laderas estaban cubiertas de nieve. Camelia comenzó a caminar sobre los pasos de Liviu, porque parecía el más seguro, siendo el mayor del grupo. Tenía unos cincuenta años y venía con su esposa, profesora de matemáticas. Roland era alegre y jugueteó todo el camino, él siempre iba detrás de Camelia y empezó a recolectar flores de rododendro. Camelia estaba generalmente mimada por los hombre que tenía a su alrededor. En la universidad, sus compañeros de estudios siempre intentaban complacerla, igual que algunos compañeros, de la Universidad de donde trabajaba, que tenían más o menos su edad.

                    Mircea, el profesor asistente en el grupo era el más taciturno y sólo dijo unas pocas palabras. Se detuvieron en una ladera para comer. En el lado opuesto un oso hizo su aparición, a esa distancia no era peligroso y lo pudieron admirar sin problemas. La comida era vegetariana dado que la carne y otros productos cárnicos además de los productos lácteos e incluso los huevos habían desaparecido del mercado. Así que la profesora de matemáticas preparó rápidamente en un bol una ensalada a base de tomates, pepinos y cebollas. Mihaela había traído con un tarro de zacuscă[1]; ella tenía una receta elaborada sólo con pimientos y mostaza, que había dado a Camelia también. No faltaba ni la ensalada de berenjenas ni el hummus de alubias blancas. Alguien del grupo que tenía cerdos, había traído un poco de tocino, pero eso fue lo único que no se había consumido. Y un poco de pan... Después de comer, el grupo continuo el ascenso, aunque hacía calor, alrededor de ellos solo había nieve.

                    Mihai fue en ayuda de Camelia. Ahora parecía confiar solamente en él. Era un hombre recio y Camelia subía agarrándole las piernas gruesas como troncos de árboles. Hasta ese momento había evitado ir con Mihai. Gabi estaba un poco celosa pero no quería molestarla. Camelia sabía que era muy hermosa. Ella había pensado en que no quería que a su colega le importara. Pero ahora ya no le importaba, lo único que quería era llegar segura a su casa. Allí, arriba, en los picos, María, la esposa de Liviu, tuvo una crisis nerviosa:

– ¡Por haber elegido principiantes, mira lo que nos pasó! Mañana temprano debo estar en la escuela a las ocho y llegaré tarde si no puedo coger el primer tren desde la estación de Buşteni. ¡Además, tengo reunión del partido!

– Pero nosotros somos culpables - dijo Mihai. Esta es una ruta de cuerda, para nosotros, los escaladores experimentados, es fácil, pero no pensamos en el resto del grupo. La próxima vez será necesario tener más cuidado. En esta ocasión tuvimos suerte de que no ocurriese nada malo, no quiero ni pensar que habría podido pasar.

                       Tras media hora en la nieve recibiendo directamente los rayos del sol Camelia tuvo un choque hipodérmico y estuvo temblando algunos minutos. Roland también... Probablemente se trataba también del shock de lo ocurrido. Después volvieron a su estado rápidamente, tras oír los gritos de María:

– ¡Vámonos rápido de aquí!

                       Durante el camino de descenso desde la cima de la montaña, Camelia seguía las fuertes piernas de Mihai que agarraba temblando, desesperada, como si esta fuera la única solución para no deslizarse en una misteriosa cueva en la montaña.

– ¡Deja que ahora me ocupe yo de ti! -dijo Mihai que era un hombre corpulento. Camelia había pensado que no podía ocurrir nada malo en la montaña, -algo tan maravilloso, como la montaña- se dijo Camelia -no puede ser peligroso-.

 

                       Incluso después del accidente, todo parecía un sueño. Sólo sentía los rasguños en la piel como eran una realidad. Por suerte, se había puesto su camiseta antes de la caída. No se había dañado ningún órgano interno. Sólo una piedra la había golpeado un poco en la cara y notó que le goteaba un hilillo de sangre.

                       Subieron al tren y Camelia tenía un hambre feroz, y Roland también. Pero sólo quedaba el tocino. Normalmente Camelia no comía tocino, pero en esas circunstancias le parecía lo mejor además comieron todo el pan que les quedaba. En la estación de trenes de Brasov la estaban esperando su madre y su hermana.

– ¿Te ha pasado algo, Camelia? - preguntó la madre de Camelia. Tuve una mala sensación esta mañana - comentó.

– No, no, todo fue bien - dijo Camelia rápidamente. Ella quería realizar más viajes y por lo tanto quiso evitar decir la verdad.

Cuando se acercaban al hospital provincial, Camelia le dijo a su madre suavemente:

– Madre, nos caímos en la montaña y tengo que ir al médico.

En la sala de urgencias, el joven doctor sonrió cuando vio a Camelia y le preguntó:

– ¿Qué le pasa señorita? ¿Otra vez se ha herido? Debía haber venido conmigo. ¡Yo le habría protegido! Y no le hubiera ocurrido nada. Por no haber aceptado mi invitación para asistir al un espectáculo de teatro, ¡mira lo que le ha pasado!

                     La noche anterior, cuando Camelia estaba lavando una botella de leche, el agua iba con tal presión que rompió tanto la botella gruesa como el lavabo. Algunos de los trozos se le habían clavado en su pierna y su madre le dijo que fuera al servicio de urgencias para que le pusiesen una inyección contra el tétanos. Estaba de guardia el mismo médico.

                     Durante tres días seguidos a Camelia le sucedieron percances. La noche anterior, se encontraba en el coche cerca de la curva hacia Răcădău, del Hospital Provincial, cuando un todoterreno estaba a punto de chocar contra su coche.

– Estaba en la montaña y me caí - dijo Camelia, incomoda, al doctor.

                     Era necesario desinfectarle las heridas, ya que las piedras le habían entrado tanto en la espalda, como en los brazos. Por suerte no era nada serio.

– Te dije que no subieses a la montaña - dijo su madre - es peligroso.

                     En los días siguientes Camelia supo por Gabriela que Roland contó que se había deslizado tras ella para salvarla. Él era alpinista. Sin embargo, tenía la posibilidad de caerse porque no llevaba el calzado adecuado, y se deslizaba en la nieve. Sin embargo, de la manera en que reaccionó parecía una víctima también. Pero si no se les hubiera unido Roland en la estación y Liviu no lo hubiese invitado, y si él no hubiera estado allí, Camelia no hubiera intentado -cuando se cayó en el abismo- pararse y quién sabe qué habría ocurrido. Ese abismo tenía también un nombre predestinado, "Quebrada del diablo", porque muchos habían encontrado la muerte allí, siendo una pared recta de roca, que comenzaba exactamente donde se habían detenido.

 

 

La segunda parte - “ENTRE DOS MUNDOS“

 Traduccion por JUAN ANTONIO PELLICER NICHOLAS y JERO CRESPI

 

Al día siguiente, Camelia se despertó como si no hubiera ocurrido nada especial el día anterior. Como de costumbre, Camelia recorría el camino a pie hasta la Universidad, tal como hacía cuando era estudiante. Ella no quería ir en el trolebús. Ella vivía en el Boulevard Central y estaba acostumbrada a llegar rápidamente al centro de la ciudad, donde estaban los edificios de la Universidad. La ruta era tan agradable que ella deseaba soñar.

Entró en el laboratorio, donde la luz se vertía en cascada a través de los grandes ventanales que ocupaban casi toda la pared exterior. Al frente, en las dos primeras filas se habían sentado los estudiantes más mayores. Pronto ella comprendió que ellos se habían colocado así intencionadamente. Probablemente se habían enterado que venía una persona recién graduada de la Universidad. Camelia era menor que algunos de sus estudiantes, no solo porque ella comenzó la escuela a los cinco años y medio, sino también porque había muchos estudiantes que debían ir al ejército antes de comenzar la Universidad. Rubia, esbelta, con figura de muñeca, grandes ojos negros y boca pequeña, Camelia sabía que siempre aparentaba mucho más joven de la edad que tenía. Durante el invierno había encontrado la solución a este problema: Ella vestía con ropa nueva, un tres cuartos de nutria negra y un sombrero de zorro polar.

El curso lo llevó a cabo durante el segundo semestre del segundo año académico. Durante el seminario, ella descubrió que los consejos de su profesor coordinador el Sr. Toia le habían sido útiles. Él le había dicho que debía retener los resultados parciales y finales de los cálculos de los problemas abordados durante el seminario coordinado, con el fin de comprobar la exactitud de sus resoluciones. De esta manera ella ahorraría tiempo y vería si cualquier estudiante había cometido algún error en la tabla. Sabía que solo eligen al mejor de esta especialización, no para ocupar un lugar olvidado de la mano de Dios, porque la distribución en el gobierno era buena, tras finalizar la universidad, la mayoría encontraban un puesto de trabajo en la comarca. Tal vez a hurtadillas y un poco recelosos, como había uno en el fondo de la sala que la miraba de forma impertinente. Camelia hizo como que no le veía y que el tiempo se realizara en las mejores condiciones. Nadie como él tenía ninguna posibilidad de terminar la universidad, si no vas a aprender en serio y saber si sus capacidades intelectuales plantearon satisfacer las altas necesidades académicas.

El curso estaba llegando a su fin, y algunos de los estudiantes que habían permanecido durante este le habían hecho algunas preguntas. Camelia estaba segura de sus conocimientos. ¿Ellos pensaron que ella no respondería a las preguntas porque se bloquearía? –pensó ella. El Profesor Sr. Toia le había advertido al respecto. Comprobar el cuaderno para los estudiantes que iba a publicar el Sr. Toia por lo que tenía que ir a casa del profesor, donde estaba su madre, tal y como se había dado cuenta.

- Me encantaría una novia como usted para mi hijo –le dijo ella a Camelia- pero es treinta años mayor que usted. Pero si usted lo desea…

Camelia no respondió, como si no se le hubiera preguntado. Parecía una pregunta retórica. El profesor siempre era muy nervioso y hacía  crisis. Pero Camelia era una persona alegre y pacífica.

El curso se llevo a cabo en el segundo semestre de segundo curso, dado que era necesario ir al centro donde tenía una oficina, junto al profesor y los demás asistentes que tenía, como una distribución doble del gobierno, en educación e investigación, pero que terminó con la medía máxima, entre los primeros de la universidad.

El sol proyectaba sus rayos juguetones, esparcidos entre las ramas de los árboles, cuando Camelia entró en el centro de la Universidad. Era un edificio viejo, siempre oscuro, le dio la sensación de que penetraba en otro periodo histórico y sus pensamientos volaron de forma involuntaria hacia otras épocas. El contacto con el presente, sin embargo, fue tan rápido que Camelia tuvo la sensación que despertó de un sueño.

- ¡Servus! Exclamó Camelia con satisfacción, mientras abría la puerta de una de las salas de laboratorio llena de computadoras y aparatos electrónicos.

- ¡Te beso las manos! respondió el joven, delgado y moreno que estaba en la habitación.

-¡Aaaahhhhh! Exclamó Crina riendo ahora. Ahora cuando yo había conseguido diciéndole “Servus”. ¡ usted responde con “Te beso las manos !” .

Gigi fue recientemente asistente de Camelia en la Universidad y esto se debió al hecho que ella siempre daba la bienvenida a todos los profesores. Era difícil acostumbrarse a ellos, le dijo a modo de saludo como Brasov ¡“Servus”!. Era más difícil con el asistente, Sr. Mihai, que era una figura imponente de más de 1.90 m.

Desde el compartimento delantero, apareció un hombre adulto, con elementos rústicos y rodeaba su cabeza una corona de pelo negro y rizado, vestido con un traje elegante. Era el Profesor Paparnita, el Jefe de Departamento. Cuando lo veía, Camelia siempre pensaba en el traje de campesino de Oas de donde era él, el cual le era más adecuado y podía imaginarlo sin esfuerzo, sonreía mientras lo imaginaba. Ella pensaba si él lo sabría.

-¿Quiere un poco de té? Aquí hay una taza sin dueño, dijo el profesor en voz baja.

Camelia aceptó, pero no necesariamente por el té, aunque el ritual del té fue un momento único. Era como una aceptación dentro del grupo. El profesor se hallaba distendido con ella y otros compañeros en la sala con él y sus dos asistentes, Gigi y Mihai. El profesor tenía una mampara de pie de separación cerca de las ventanas laterales con una puerta francesa, al entrar había una secretaria de aproximadamente 35 años, delgada, con la piel seca y arrugada, el pelo rojo, que estaba en constante estado de efervescencia contrastando con las otras personas más tranquilas.

-          Sólo sin azúcar, así podrá disfrutar del sabor del té. Como aprendí cuando estuve en Francia- explicaba Doru, uno de los ingenieros investigadores.

   En efecto, el té de rosa de mosqueta, tenía otro sabor sin azúcar en la bebida. Camelia tenía el hábito de tomar el té de esa forma. El café se convirtió en un lujo en aquella época y solo se encontraba si se tenían ciertas relaciones, así que el té de rosa de mosqueta lo sustituyó con éxito. Y de todas formas era preferible a “nechezol”.

Camelia ocupó pronto uno de los ordenadores y comenzó a trabajar. No había una pausa preestablecida por nadie, pero después de las diez, las personas que completaban sus actividades propuestas, salían a la famosa calle de la República donde servían café o pasteles.

Camelia había tomado el hábito de ir a la cafetería donde se podía tomar un café durante el descanso, a veces comer una empanada con queso. Una vez se tomó una empanada con repollo porque su antiguo profesor y ahora colega Mihai le pidió que comprara unas empanadas con col para él. Pero fue la primera y la última vez, después del primer bocado sintió algo duro en los dientes, como metal. Ella sacó con la mano una hermosa espiral de metal extraída de un estropajo de metal para limpiar los platos, pero no se lo dijo a su colega, para no quitarle su apetito, desde entonces nunca había tratado de comer empanadas de col.

En la cabina entró Razvan, como cada día, para dar instrucciones a los estudiantes del último grado para sus proyectos. A continuación recibió la visita del profesor Papornita.

A las diez, cuando ella salió, normalmente para el descanso se encontraba con Razvan en la pausa de la Universidad.

- ¡Tomamos un café en “ARO“? –le preguntó él. “ARO“ era el lugar más caro y lujoso de Brasov. Por lo general solo era frecuentado por los extranjeros. Camelia sola no habría ido allí. Solo fue a “ARO“ con su ex marido.

- Y… ¿Cómo has llegado hasta aquí? –preguntó el hombre perforándola con curiosidad con la mirada.

No podía comparar a Razvan con su ex marido. Era pequeño de estatura, Camelia comparó su peinado con un corte de pelo de monje franciscano. Su ex marido se parecía a Antonio Banderas. Era alto con una estructura deportiva y el pelo negro ondulado. Cuando ellos iban por la calle o a un evento, todo el mundo los miraba con envidia creyendo que era una pareja ideal, feliz.

-Estoy en la distribución dual final de la Universidad. Terminé la facultad entre los primeros –dijo Camelia.

-Estuve en el Colegio “Johannes Honterus” y en la Facultad de Informática de la Universidad de Cluj-Napoca. Tenía una distribución como profesor, después tuve la oportunidad de venir aquí. Trabajo con Dan, el ingeniero electrónico en el grupo de procesamiento de imagen. Realicé el doctorado con Solomon Marcus.

- Podría realizar el doctorado, pero mi profesor coordinador dice que debo esperar –dijo Camelia. Hay muy pocos lugares para los PhD. Tiene que hacer algo nuevo e inusual en su campo. Al inscribirse es necesario destacar los logros originales, publicar muchos artículos científicos y tengo muchísimo trabajo.

Quiero seguir con matemáticas como una segunda carrera, todos mis compañeros de colegio creen que es la facultad donde quiero ir. Yo he sido olímpica en matemáticas, La mejor en matemáticas y física. Hicimos trece horas de matemáticas por semana, más las horas en sábado en los círculos preparatorios para las Olimpiadas de matemáticas en la ciudad y el condado.

Mi madre quería que fuera ingeniero como mi padre, que estudió en la Facultad de Electrónica. Mi padre tenía tres veces más salario que mi madre más bonos por horas extras y como profesor en la universidad y en el colegio. Mi madre terminó la Universidad en Bucarest y eligió distribución en Brasov, en educación y mi padre eligió los Ferrocarriles Regionales en Brasov, a pesar de que quería quedarse en Bucarest, porque era de allí.

- Mi padre está en Bucarest –dijo Razvan. Pero mis padres están divorciados.

- Debo volver a la universidad –dijo Camelia.

Al salir de la universidad un joven salía de una floristería con un ramo de rosas rojas y le dijo:

-          Por favor, tenga el placer de recibir estas flores, y se las entregó.

Camelia quedó perpleja al recibir las flores. No era uno de sus estudiantes.

Durante el camino de vuelta a casa, en el autobús, Camelia observó a su ex marido, lo había visto en la estación e iba tras ella, no era la primera vez que iba a su acecho.

En los días siguientes, sabía que tomaba su descanso, Razvan iba pronto con ella.

- ¿Qué te gustaría estudiar más? –le preguntó Razvan.

- Es difícil de decir, a los cuatro años ya sabía leer y escribir y hacía “poemas”, Mi abuelo me enseño. ¡“Escríbeme un poema”! – me dijo una vez en broma mi tío, un investigador de un instituto de Bucarest. “Ahora no tengo inspiración” –le contesté yo muy seriamente. Mi tío permaneció inmóvil. Se preguntó ¿Cómo una niña tan pequeña sabía de inspiración? Para mí, sin embargo, era muy simple. Mi abuelo me hablo de los poetas, los escritores, la literatura rumana y universal, sobre su trabajo. Me habló de “Calligrammes! De Apolinaire, de Voltaire, Jean Jacques Rousseau, Byron, Tolstoi y otros muchos. Pero del que más me habló fue de Eminescu. Me habló de su vida, me recitó sus poemas y comentamos sus pomas, me explicó los aspectos críticos de George Calinescu –continuó Camelia.

-¿Tú leías mucho, no es así?-dijo Razvan.

- Si, hasta que fui a la escuela había leído casi todo los libros de la casa, que eran muchos, casi todos los autores de la literatura clásica. Entre ellos un “Larousse” de 1800 y las “obras” de Corneille y Racine, el libro francés publicado en torno a 1800. Mi abuelo me hablaba de las obras de arte, de las vidas de los pintores y escultores. Tuve algunos libros de esta materia en casa, a cerca de Rodin, Rafael, pero, sin embargo, lo que más me impresionó fue los sacrificios hechos por los investigadores en nombre de la ciencia, contando en un libro su vida y los descubrimientos que habían realizado. Creo que estas personas sirvieron como modelo durante toda mi vida –dijo Camelia, con el riesgo de convertirse en una idealista.

En el aula donde yo trabajo siempre lo hago con gusto realizando ejercicios y problemas de matemáticas de los compendios sin obligación por parte de nadie. Mi madre tenía una suscripción a la “Mathematical Gazette”, y había resueltos los problemas contenidos en ella llegando a publicar mi nombre como solucionadora de los problemas, pero para obtener la puntuación de resolver los problemas era necesario estar en sexto curso. Yo había aprendido “geometría” en sexto curso porqué mi madre había traído un manual a casa de la escuela.

De hecho, siempre fui la mejor de la clase en matemáticas, primero en la escuela y después especialmente en la universidad. En los exámenes en matemáticas obtenía las mejores notas sin esfuerzo, mientras que casi todos mis compañeros realizaban tres o cuatro veces los exámenes para obtener un cinco para aprobar. En uno de los seminarios, el profesor de álgebra diferencial que daba conferencias en la Sorbona dijo: “Eres demasiado buena en comparación con los demás, pudiendo salir a dar un paseo mientras tus compañeros realizan y entregan el examen. Tienes un diez, ¡enhorabuena!”. Realizamos el seminario de  ALGAED con él. En todos los cursos que yo asistía siempre resolvía los problemas y ejercicios.

- Creo que la conozco- dijo Razvan a Camelia- ¿Está ahora en la universidad?

Camelia iba de camino con el profesor Nadrag, el jefe del Departamento de Electrónica.

-          Vamos a tener pronto los términos del contrato de investigación de fabricación de tractores. El Director Adjunto había visto tu presentación en la conferencia, a él le gustaste y me preguntó si podría darle tu teléfono. Es un hombre muy inteligente, dirige una fábrica con más de 10.000 empleados y tiene un doctorado en robótica. Quiere casarse y busca esposa. ¡Ya le di tu teléfono!

Esa noche, Camelia recibió una llamada del Director Banescu.

- Eres la mujer más hermosa que he visto nunca –le dijo- tengo un par de horas en la universidad como profesor, pero el trabajo en la fábrica me ocupa todo el tiempo. Yo trabajo desde la mañana hasta la noche.

Camelia respondió a todas las preguntas de una forma cortés y tímida, porque el profesor era trece años mayor que ella y tenía la sensación que estaba hablando con un profesor muy estricto. El Director estuvo hablando, haciendo elogios y declaraciones de amor durante una hora o dos y a partir de ese día la llamaba todas las noches antes de acostarse.

Al día siguiente, antes del descanso, Camelia pasó por el laboratorio de Razvan para coger un libro de informática.

- ¿Por qué estás tan agitado Razvan? –le preguntó Antonio, un colega que siempre se reía con Razvan - ¿A quién viste?

Razvan no respondió.

A la salida Joana, la única mujer ingeniera del colectivo, la había estudiado  con interés. “¿Razvan tiene ex novia? –pensó Camelia. Hay que decir que solo lo había visto hablar con sus colegas.

En el descanso Camelia salió nuevamente a tomar un café con Razvan.

- En nuestro equipo podrías progresar y satisfacer tus sueños. Yo quería estudiar el proceso de las imágenes y hacerlo ahora –explicó el hombre. Cuando eras pequeña ¿Cómo aprendiste tanto? –dijo Razvan.

Camelia pensó, de hecho en el colectivo donde trabajaba era como los investigadores famosos que había leído tiempo atrás. Todos eran apasionados de sus trabajos, los ordenadores, trabajando todo el día en la universidad, desde la mañana hasta la noche, sin ser obligado, incluso trabajando los días libres, trabajaban por placer. Sin tener estrés ni en el trabajo ni en el hogar. Fueron valorados y respetados por la gente por su inteligencia y por el trabajo que estaban realizando. Porque sólo el 2% de los graduados del colegio podían ir a la universidad, siendo seleccionados para la investigación los más brillantes de este grupo.

- Mi abuelo me enseñó también algo permanente por medio del juego. A los cuatro años yo tenía un insectario y un herbario, donde me escribió el nombre en latín de cada planta cosechada, como  Galanthus nivalis“ para la campañilla blanca recogida en la colina Dealul Melcilor, a los pies de la montaña. Tampa o “Scilla bifolia“ para la violeta del mismo lugar. Mi madre estudiaba entonces la segunda carrera, las “Ciencias Naturales”, así que yo tenía mucho material de lectura. Mi abuelo me enseñó todas las plantas de los bosques cercanos de Brasov –flores, arbustos- y en el campo, cerca de la estación de Brasov, su vegetación específica. Me encantaban todas las plantas y todas me parecían fascinantes, incluso la humilde maleza. Recuerdo que una vez recogí en el campo un puñado de laureles, fascinada por sus flores blancas inmaculadas y mandrágora con su atractivo color violeta-púrpura, de aspecto único, una extraña flor. La abuela cuando los vio en mi mano  me dijo que las tirase, que eran venenosas. “Pero son tan hermosas”-dije yo. Sin embargo las tiré, pero en mi mente no podía creer que algunas flores tan hermosas pudieran ser tan nocivas.

- ¿Sabes alemán? Yo aprendí en el colegio “Johannes Honterus –dijo Razvan.

- Yo estudié en el colegio “Dr. Ioan Mesota”, que era por aquel entonces el más severo –dijo Crina. Lo llamaban La Bastilla.

- Yo hablo alemán desde pequeña con mi abuela, siendo esa su nacionalidad.

Cuando regresó a la universidad, Camelia estaba hablando con Joana. Ella no sabía que esta conversación sería el comienzo de una buena amistad. Camelia era extremadamente buena y educada, pero las chicas y mujeres la envidiaban tanto que ella nunca había podido tener una amiga, ahora había encontrado una chica igual de hermosa e inteligente, que la admiraba pero no la envidaba.

Camelia pensaba en las palabras de Confucio “tu no empiezas una relación de amistad con alguien que no es mejor que tú mismo”. El aforismo corresponde “y para el alma gemela” concluyó ella. “¿Entre los hombres que se enamoran de mí va a haber un hombre más inteligente que yo?” se preguntó. Ella no sabía que el ser muy inteligente, muy altruista, tener un alma increíblemente buena, en el mundo que le había tocado vivir eran defectos importantes.

Era diciembre, durante toda la noche solo escuchó armas de fuego, nadie durmió en la ciudad. Los anunciaban varios rumores en la radio y la televisión, como que el agua estaba contaminada y no se podía consumir el agua del grifo. Habían disparado a una joven familia de las casas vecinas, los habían fusilado junto a su niño, en la cama.

A la mañana siguiente, sonó el teléfono.

-Soy la señora Pascu, Mi Theodore, un gran patriota fue a la universidad, también debes de ir. Todos los colegas están allí. ¿Por qué no vas Camelia? –le dijo.

Todavía no habían parado los disparos en la ciudad y era muy peligroso ir. De vez en cuando se escuchaba una ráfaga. Camelia viajó a la Universidad con el corazón encogido. Cuando llego al centro de la Universidad permaneció asombrada. El edificio había sido acribillado a balazos, así como todos los edificios de alrededor, sin embargo no había nadie.

El portero le dijo:

-          Nadie llegó hoy a la universidad, señorita. ¡Es la revolución!

Camelia no entendió porque la madre de Theodore, la señora Pascu la llamó para que fuera a la Universidad. Todavía se escuchaban disparos. Era muy peligroso. ¡Era la Revolución!

“Revolución, un mundo nuevo” –pensó Camelia. “Así que hay personas buenas”. Todas las personas inteligentes que ella conocía eran también personas muy buenas de alma y generosas. “Es probablemente una relación indisoluble entre inteligencia y bondad” –pensó Camelia. Un mundo mejor no se puede hacer con personas malas.

 

 

 

 

[1] Plato tradicional de la cocina rumana, muy parecido al pisto manchego. (N. del T.)DR. CORNELIA PĂUN HEINZEL: “Universidad- Cuerpo Y”

Traduccion por JUAN ANTONIO PELLICER NICHOLAS, JERO CRESPI,

MIHAELA BĂZĂVAN Y DAN COSTINAȘ

 

 

                   En frente, una fascinante mezcla de cuerpos geométricos protegidos por delicados velos - desde el verde claro de las primeras briznas de hierba, al eterno y oscuro verde de las agujas de los pinos - que se intersecan en las formas más increíbles... Parecía que un niño jugaba con gigantes hiperboloides, con enormes elipsoides y paraboloides, y los lanzaba aleatoriamente al aire, y ellos cayendo de forma caótica sobre las cimas de las montañas. Y lo más sorprendente eran las curvas resultantes de la intersección de las dos formaciones montañosas frente a nosotros...

                    Camelia se puso la camiseta sobre el traje de baño. A pesar de encontrarse en el mes más caluroso, los picos cubiertos de nieve de los Montes Bucegi le quitan las ganas de tomar el sol. Camelia portaba una pequeña mochila y continúo caminando lentamente en los pasos de Liviu. Detrás de ella estaba Roland. Cortando transversalmente la cuesta de la montaña, Camelia observo que Liviu dio un paso demasiado largo. Con sus pequeñas botas debía caminar sobre los pasos de alguien, o de lo contrario, podía deslizarse. Ella era la única en el grupo que no era escalador y no tenía botas adecuadas... y Roland también, a pesar de ser un escalador experimentado, él había ido solamente con la intención de pasear en Predeal, por lo que iba poco preparado y sin el equipamiento apropiado. Se reunió con el grupo de amigos de escalada en la estación, fue invitado al viaje y él se mostró de acuerdo inmediatamente.

– Pero aquí no hay rastros - dijo Camelia preocupada.

                    Al momento siguiente continuó cuesta abajo hacia el abismo. El ritmo era alucinante, porque el deslizamiento era terrible sobre la nieve.

"¡No hay salida! ¡Mira si muero!" - pensaba Camelia. Al siguiente segundo se golpeó en algo. Era Roland, que regresando sobre sus pasos en la nieve a toda velocidad. "Es necesario hacer algo para parar." - pensó Camelia, como despertando de un sueño, girando.

Entonces sintió algo frío en todo el cuerpo. "¡He muerto!" - pensó Camelia.

                    Un instante después vio que estaba suspendida en una roca sobre una pared vertical a unos cientos de metros. Se agarraba con una mano a un pedazo de roca y con la otra a un trozo de hielo flotante. Todo su cuerpo estaba sumergido en la nieve y un hilillo delgado de sangre goteando del cuerpo.

                    En la diagonal, en el límite del precipicio se encontraba Roland. El grupo de excursionistas que estaba arriba, había comenzado a gritar impaciente:

 – Descenderemos rápidamente. ¡No os preocupéis! ¡Menos mal que estáis vivos!

                    El descenso duró media hora, bajando más de 70 pies en el abismo hasta llegar a la nieve. Camelia tuvo tiempo suficiente para recordar todo lo que había sucedido durante el día. El domingo por la mañana debía ir a una excursión con Mihaela y su marido Mihai a la montaña. Camelia estaba muy entusiasmada porque nunca había realizado una excursión de este tipo. Con sus padres sólo había viajado en automóvil y siempre se había alojado en un hotel durante las vacaciones. Nunca había estado alojada en una tienda de campaña, además generalmente iban al mar, no a las montañas.

                    En el colegio donde seguía los cursos con perfil de matemáticas-informática y en la universidad, perfil técnico, los compañeros de clase eran generalmente chicos. Entre las chicas solo una o dos estaban dispuestas para ir de excursión. Las compañeras que no eran de Braşov, eran mayores y se debía a que habían estado trabajando, por lo que entraron más tarde en la universidad. Ahora conocía a Gabriela, miembro de un grupo dedicado a la protección de la naturaleza, de la universidad, contaba con algunos estudiantes de la Facultad de Ciencias Forestales. La excursión que se iba a llevar a cabo era de un solo día.

                    Durante la semana anterior habían ido por algunas colinas más allá de Săcele, donde habían encontrado unas flores raras, protegidas por la naturaleza y las habían fotografiado. A Camelia le gustó mucho. El sendero era fácil de transitar y ¡las flores eran tan hermosas!, además Camelia amaba a las plantas. Pero en ese momento los miembros del grupo decidieron realizar una ruta más difícil. Camelia no había hecho un viaje así por la montaña y en ningún caso, con personas con una amplia experiencia en la escalada, que habían realizado subidas sobre Tatra y Pamir. Así que eligió unas botas elegantes, de deporte y de calle, porque no sabía qué calzado era necesario para la montaña. En la estación de Braşov se encontraron con Roland, amigo de Liviu -el arquitecto-, que era el miembro más viejo del grupo. Él tampoco estaba preparado para la montaña, porque planeaba caminar únicamente por Predeal con el fin de meditar tras un divorcio reciente, antes de su salida definitiva hacia Alemania...

– ¿Cómo estás Roland? ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Ven con nosotros! Hoy vamos a escalar en Bucegi - dijo Liviu.

                    Roland disfrutó de esta oportunidad inesperada y aceptó sin discusión. Se bajaron del tren en Buşteni y comenzaron a subir los picos de las montañas. A pesar de ser verano, las laderas estaban cubiertas de nieve. Camelia comenzó a caminar sobre los pasos de Liviu, porque parecía el más seguro, siendo el mayor del grupo. Tenía unos cincuenta años y venía con su esposa, profesora de matemáticas. Roland era alegre y jugueteó todo el camino, él siempre iba detrás de Camelia y empezó a recolectar flores de rododendro. Camelia estaba generalmente mimada por los hombre que tenía a su alrededor. En la universidad, sus compañeros de estudios siempre intentaban complacerla, igual que algunos compañeros, de la Universidad de donde trabajaba, que tenían más o menos su edad.

                    Mircea, el profesor asistente en el grupo era el más taciturno y sólo dijo unas pocas palabras. Se detuvieron en una ladera para comer. En el lado opuesto un oso hizo su aparición, a esa distancia no era peligroso y lo pudieron admirar sin problemas. La comida era vegetariana dado que la carne y otros productos cárnicos además de los productos lácteos e incluso los huevos habían desaparecido del mercado. Así que la profesora de matemáticas preparó rápidamente en un bol una ensalada a base de tomates, pepinos y cebollas. Mihaela había traído con un tarro de zacuscă[1]; ella tenía una receta elaborada sólo con pimientos y mostaza, que había dado a Camelia también. No faltaba ni la ensalada de berenjenas ni el hummus de alubias blancas. Alguien del grupo que tenía cerdos, había traído un poco de tocino, pero eso fue lo único que no se había consumido. Y un poco de pan... Después de comer, el grupo continuo el ascenso, aunque hacía calor, alrededor de ellos solo había nieve.

                    Mihai fue en ayuda de Camelia. Ahora parecía confiar solamente en él. Era un hombre recio y Camelia subía agarrándole las piernas gruesas como troncos de árboles. Hasta ese momento había evitado ir con Mihai. Gabi estaba un poco celosa pero no quería molestarla. Camelia sabía que era muy hermosa. Ella había pensado en que no quería que a su colega le importara. Pero ahora ya no le importaba, lo único que quería era llegar segura a su casa. Allí, arriba, en los picos, María, la esposa de Liviu, tuvo una crisis nerviosa:

– ¡Por haber elegido principiantes, mira lo que nos pasó! Mañana temprano debo estar en la escuela a las ocho y llegaré tarde si no puedo coger el primer tren desde la estación de Buşteni. ¡Además, tengo reunión del partido!

– Pero nosotros somos culpables - dijo Mihai. Esta es una ruta de cuerda, para nosotros, los escaladores experimentados, es fácil, pero no pensamos en el resto del grupo. La próxima vez será necesario tener más cuidado. En esta ocasión tuvimos suerte de que no ocurriese nada malo, no quiero ni pensar que habría podido pasar.

                       Tras media hora en la nieve recibiendo directamente los rayos del sol Camelia tuvo un choque hipodérmico y estuvo temblando algunos minutos. Roland también... Probablemente se trataba también del shock de lo ocurrido. Después volvieron a su estado rápidamente, tras oír los gritos de María:

– ¡Vámonos rápido de aquí!

                       Durante el camino de descenso desde la cima de la montaña, Camelia seguía las fuertes piernas de Mihai que agarraba temblando, desesperada, como si esta fuera la única solución para no deslizarse en una misteriosa cueva en la montaña.

– ¡Deja que ahora me ocupe yo de ti! -dijo Mihai que era un hombre corpulento. Camelia había pensado que no podía ocurrir nada malo en la montaña, -algo tan maravilloso, como la montaña- se dijo Camelia -no puede ser peligroso-.

 

                       Incluso después del accidente, todo parecía un sueño. Sólo sentía los rasguños en la piel como eran una realidad. Por suerte, se había puesto su camiseta antes de la caída. No se había dañado ningún órgano interno. Sólo una piedra la había golpeado un poco en la cara y notó que le goteaba un hilillo de sangre.

                       Subieron al tren y Camelia tenía un hambre feroz, y Roland también. Pero sólo quedaba el tocino. Normalmente Camelia no comía tocino, pero en esas circunstancias le parecía lo mejor además comieron todo el pan que les quedaba. En la estación de trenes de Brasov la estaban esperando su madre y su hermana.

– ¿Te ha pasado algo, Camelia? - preguntó la madre de Camelia. Tuve una mala sensación esta mañana - comentó.

– No, no, todo fue bien - dijo Camelia rápidamente. Ella quería realizar más viajes y por lo tanto quiso evitar decir la verdad.

Cuando se acercaban al hospital provincial, Camelia le dijo a su madre suavemente:

– Madre, nos caímos en la montaña y tengo que ir al médico.

En la sala de urgencias, el joven doctor sonrió cuando vio a Camelia y le preguntó:

– ¿Qué le pasa señorita? ¿Otra vez se ha herido? Debía haber venido conmigo. ¡Yo le habría protegido! Y no le hubiera ocurrido nada. Por no haber aceptado mi invitación para asistir al un espectáculo de teatro, ¡mira lo que le ha pasado!

                     La noche anterior, cuando Camelia estaba lavando una botella de leche, el agua iba con tal presión que rompió tanto la botella gruesa como el lavabo. Algunos de los trozos se le habían clavado en su pierna y su madre le dijo que fuera al servicio de urgencias para que le pusiesen una inyección contra el tétanos. Estaba de guardia el mismo médico.

                     Durante tres días seguidos a Camelia le sucedieron percances. La noche anterior, se encontraba en el coche cerca de la curva hacia Răcădău, del Hospital Provincial, cuando un todoterreno estaba a punto de chocar contra su coche.

– Estaba en la montaña y me caí - dijo Camelia, incomoda, al doctor.

                     Era necesario desinfectarle las heridas, ya que las piedras le habían entrado tanto en la espalda, como en los brazos. Por suerte no era nada serio.

– Te dije que no subieses a la montaña - dijo su madre - es peligroso.

                     En los días siguientes Camelia supo por Gabriela que Roland contó que se había deslizado tras ella para salvarla. Él era alpinista. Sin embargo, tenía la posibilidad de caerse porque no llevaba el calzado adecuado, y se deslizaba en la nieve. Sin embargo, de la manera en que reaccionó parecía una víctima también. Pero si no se les hubiera unido Roland en la estación y Liviu no lo hubiese invitado, y si él no hubiera estado allí, Camelia no hubiera intentado -cuando se cayó en el abismo- pararse y quién sabe qué habría ocurrido. Ese abismo tenía también un nombre predestinado, "Quebrada del diablo", porque muchos habían encontrado la muerte allí, siendo una pared recta de roca, que comenzaba exactamente donde se habían detenido.

 

 

La segunda parte - “ENTRE DOS MUNDOS“

 

Traduccion por JUAN ANTONIO PELLICER NICHOLAS y JERO CRESPI

 

 

Al día siguiente, Camelia se despertó como si no hubiera ocurrido nada especial el día anterior. Como de costumbre, Camelia recorría el camino a pie hasta la Universidad, tal como hacía cuando era estudiante. Ella no quería ir en el trolebús. Ella vivía en el Boulevard Central y estaba acostumbrada a llegar rápidamente al centro de la ciudad, donde estaban los edificios de la Universidad. La ruta era tan agradable que ella deseaba soñar.

Entró en el laboratorio, donde la luz se vertía en cascada a través de los grandes ventanales que ocupaban casi toda la pared exterior. Al frente, en las dos primeras filas se habían sentado los estudiantes más mayores. Pronto ella comprendió que ellos se habían colocado así intencionadamente. Probablemente se habían enterado que venía una persona recién graduada de la Universidad. Camelia era menor que algunos de sus estudiantes, no solo porque ella comenzó la escuela a los cinco años y medio, sino también porque había muchos estudiantes que debían ir al ejército antes de comenzar la Universidad. Rubia, esbelta, con figura de muñeca, grandes ojos negros y boca pequeña, Camelia sabía que siempre aparentaba mucho más joven de la edad que tenía. Durante el invierno había encontrado la solución a este problema: Ella vestía con ropa nueva, un tres cuartos de nutria negra y un sombrero de zorro polar.

El curso lo llevó a cabo durante el segundo semestre del segundo año académico. Durante el seminario, ella descubrió que los consejos de su profesor coordinador el Sr. Toia le habían sido útiles. Él le había dicho que debía retener los resultados parciales y finales de los cálculos de los problemas abordados durante el seminario coordinado, con el fin de comprobar la exactitud de sus resoluciones. De esta manera ella ahorraría tiempo y vería si cualquier estudiante había cometido algún error en la tabla. Sabía que solo eligen al mejor de esta especialización, no para ocupar un lugar olvidado de la mano de Dios, porque la distribución en el gobierno era buena, tras finalizar la universidad, la mayoría encontraban un puesto de trabajo en la comarca. Tal vez a hurtadillas y un poco recelosos, como había uno en el fondo de la sala que la miraba de forma impertinente. Camelia hizo como que no le veía y que el tiempo se realizara en las mejores condiciones. Nadie como él tenía ninguna posibilidad de terminar la universidad, si no vas a aprender en serio y saber si sus capacidades intelectuales plantearon satisfacer las altas necesidades académicas.

El curso estaba llegando a su fin, y algunos de los estudiantes que habían permanecido durante este le habían hecho algunas preguntas. Camelia estaba segura de sus conocimientos. ¿Ellos pensaron que ella no respondería a las preguntas porque se bloquearía? –pensó ella. El Profesor Sr. Toia le había advertido al respecto. Comprobar el cuaderno para los estudiantes que iba a publicar el Sr. Toia por lo que tenía que ir a casa del profesor, donde estaba su madre, tal y como se había dado cuenta.

- Me encantaría una novia como usted para mi hijo –le dijo ella a Camelia- pero es treinta años mayor que usted. Pero si usted lo desea…

Camelia no respondió, como si no se le hubiera preguntado. Parecía una pregunta retórica. El profesor siempre era muy nervioso y hacía  crisis. Pero Camelia era una persona alegre y pacífica.

El curso se llevo a cabo en el segundo semestre de segundo curso, dado que era necesario ir al centro donde tenía una oficina, junto al profesor y los demás asistentes que tenía, como una distribución doble del gobierno, en educación e investigación, pero que terminó con la medía máxima, entre los primeros de la universidad.

El sol proyectaba sus rayos juguetones, esparcidos entre las ramas de los árboles, cuando Camelia entró en el centro de la Universidad. Era un edificio viejo, siempre oscuro, le dio la sensación de que penetraba en otro periodo histórico y sus pensamientos volaron de forma involuntaria hacia otras épocas. El contacto con el presente, sin embargo, fue tan rápido que Camelia tuvo la sensación que despertó de un sueño.

- ¡Servus! Exclamó Camelia con satisfacción, mientras abría la puerta de una de las salas de laboratorio llena de computadoras y aparatos electrónicos.

- ¡Te beso las manos! respondió el joven, delgado y moreno que estaba en la habitación.

-¡Aaaahhhhh! Exclamó Crina riendo ahora. Ahora cuando yo había conseguido diciéndole “Servus”. ¡ usted responde con “Te beso las manos !” .

Gigi fue recientemente asistente de Camelia en la Universidad y esto se debió al hecho que ella siempre daba la bienvenida a todos los profesores. Era difícil acostumbrarse a ellos, le dijo a modo de saludo como Brasov ¡“Servus”!. Era más difícil con el asistente, Sr. Mihai, que era una figura imponente de más de 1.90 m.

Desde el compartimento delantero, apareció un hombre adulto, con elementos rústicos y rodeaba su cabeza una corona de pelo negro y rizado, vestido con un traje elegante. Era el Profesor Paparnita, el Jefe de Departamento. Cuando lo veía, Camelia siempre pensaba en el traje de campesino de Oas de donde era él, el cual le era más adecuado y podía imaginarlo sin esfuerzo, sonreía mientras lo imaginaba. Ella pensaba si él lo sabría.

-¿Quiere un poco de té? Aquí hay una taza sin dueño, dijo el profesor en voz baja.

Camelia aceptó, pero no necesariamente por el té, aunque el ritual del té fue un momento único. Era como una aceptación dentro del grupo. El profesor se hallaba distendido con ella y otros compañeros en la sala con él y sus dos asistentes, Gigi y Mihai. El profesor tenía una mampara de pie de separación cerca de las ventanas laterales con una puerta francesa, al entrar había una secretaria de aproximadamente 35 años, delgada, con la piel seca y arrugada, el pelo rojo, que estaba en constante estado de efervescencia contrastando con las otras personas más tranquilas.

-          Sólo sin azúcar, así podrá disfrutar del sabor del té. Como aprendí cuando estuve en Francia- explicaba Doru, uno de los ingenieros investigadores.

   En efecto, el té de rosa de mosqueta, tenía otro sabor sin azúcar en la bebida. Camelia tenía el hábito de tomar el té de esa forma. El café se convirtió en un lujo en aquella época y solo se encontraba si se tenían ciertas relaciones, así que el té de rosa de mosqueta lo sustituyó con éxito. Y de todas formas era preferible a “nechezol”.

Camelia ocupó pronto uno de los ordenadores y comenzó a trabajar. No había una pausa preestablecida por nadie, pero después de las diez, las personas que completaban sus actividades propuestas, salían a la famosa calle de la República donde servían café o pasteles.

Camelia había tomado el hábito de ir a la cafetería donde se podía tomar un café durante el descanso, a veces comer una empanada con queso. Una vez se tomó una empanada con repollo porque su antiguo profesor y ahora colega Mihai le pidió que comprara unas empanadas con col para él. Pero fue la primera y la última vez, después del primer bocado sintió algo duro en los dientes, como metal. Ella sacó con la mano una hermosa espiral de metal extraída de un estropajo de metal para limpiar los platos, pero no se lo dijo a su colega, para no quitarle su apetito, desde entonces nunca había tratado de comer empanadas de col.

En la cabina entró Razvan, como cada día, para dar instrucciones a los estudiantes del último grado para sus proyectos. A continuación recibió la visita del profesor Papornita.

A las diez, cuando ella salió, normalmente para el descanso se encontraba con Razvan en la pausa de la Universidad.

- ¡Tomamos un café en “ARO“? –le preguntó él. “ARO“ era el lugar más caro y lujoso de Brasov. Por lo general solo era frecuentado por los extranjeros. Camelia sola no habría ido allí. Solo fue a “ARO“ con su ex marido.

- Y… ¿Cómo has llegado hasta aquí? –preguntó el hombre perforándola con curiosidad con la mirada.

No podía comparar a Razvan con su ex marido. Era pequeño de estatura, Camelia comparó su peinado con un corte de pelo de monje franciscano. Su ex marido se parecía a Antonio Banderas. Era alto con una estructura deportiva y el pelo negro ondulado. Cuando ellos iban por la calle o a un evento, todo el mundo los miraba con envidia creyendo que era una pareja ideal, feliz.

-Estoy en la distribución dual final de la Universidad. Terminé la facultad entre los primeros –dijo Camelia.

-Estuve en el Colegio “Johannes Honterus” y en la Facultad de Informática de la Universidad de Cluj-Napoca. Tenía una distribución como profesor, después tuve la oportunidad de venir aquí. Trabajo con Dan, el ingeniero electrónico en el grupo de procesamiento de imagen. Realicé el doctorado con Solomon Marcus.

- Podría realizar el doctorado, pero mi profesor coordinador dice que debo esperar –dijo Camelia. Hay muy pocos lugares para los PhD. Tiene que hacer algo nuevo e inusual en su campo. Al inscribirse es necesario destacar los logros originales, publicar muchos artículos científicos y tengo muchísimo trabajo.

Quiero seguir con matemáticas como una segunda carrera, todos mis compañeros de colegio creen que es la facultad donde quiero ir. Yo he sido olímpica en matemáticas, La mejor en matemáticas y física. Hicimos trece horas de matemáticas por semana, más las horas en sábado en los círculos preparatorios para las Olimpiadas de matemáticas en la ciudad y el condado.

Mi madre quería que fuera ingeniero como mi padre, que estudió en la Facultad de Electrónica. Mi padre tenía tres veces más salario que mi madre más bonos por horas extras y como profesor en la universidad y en el colegio. Mi madre terminó la Universidad en Bucarest y eligió distribución en Brasov, en educación y mi padre eligió los Ferrocarriles Regionales en Brasov, a pesar de que quería quedarse en Bucarest, porque era de allí.

- Mi padre está en Bucarest –dijo Razvan. Pero mis padres están divorciados.

- Debo volver a la universidad –dijo Camelia.

Al salir de la universidad un joven salía de una floristería con un ramo de rosas rojas y le dijo:

-          Por favor, tenga el placer de recibir estas flores, y se las entregó.

Camelia quedó perpleja al recibir las flores. No era uno de sus estudiantes.

Durante el camino de vuelta a casa, en el autobús, Camelia observó a su ex marido, lo había visto en la estación e iba tras ella, no era la primera vez que iba a su acecho.

En los días siguientes, sabía que tomaba su descanso, Razvan iba pronto con ella.

- ¿Qué te gustaría estudiar más? –le preguntó Razvan.

- Es difícil de decir, a los cuatro años ya sabía leer y escribir y hacía “poemas”, Mi abuelo me enseño. ¡“Escríbeme un poema”! – me dijo una vez en broma mi tío, un investigador de un instituto de Bucarest. “Ahora no tengo inspiración” –le contesté yo muy seriamente. Mi tío permaneció inmóvil. Se preguntó ¿Cómo una niña tan pequeña sabía de inspiración? Para mí, sin embargo, era muy simple. Mi abuelo me hablo de los poetas, los escritores, la literatura rumana y universal, sobre su trabajo. Me habló de “Calligrammes! De Apolinaire, de Voltaire, Jean Jacques Rousseau, Byron, Tolstoi y otros muchos. Pero del que más me habló fue de Eminescu. Me habló de su vida, me recitó sus poemas y comentamos sus pomas, me explicó los aspectos críticos de George Calinescu –continuó Camelia.

-¿Tú leías mucho, no es así?-dijo Razvan.

- Si, hasta que fui a la escuela había leído casi todo los libros de la casa, que eran muchos, casi todos los autores de la literatura clásica. Entre ellos un “Larousse” de 1800 y las “obras” de Corneille y Racine, el libro francés publicado en torno a 1800. Mi abuelo me hablaba de las obras de arte, de las vidas de los pintores y escultores. Tuve algunos libros de esta materia en casa, a cerca de Rodin, Rafael, pero, sin embargo, lo que más me impresionó fue los sacrificios hechos por los investigadores en nombre de la ciencia, contando en un libro su vida y los descubrimientos que habían realizado. Creo que estas personas sirvieron como modelo durante toda mi vida –dijo Camelia, con el riesgo de convertirse en una idealista.

En el aula donde yo trabajo siempre lo hago con gusto realizando ejercicios y problemas de matemáticas de los compendios sin obligación por parte de nadie. Mi madre tenía una suscripción a la “Mathematical Gazette”, y había resueltos los problemas contenidos en ella llegando a publicar mi nombre como solucionadora de los problemas, pero para obtener la puntuación de resolver los problemas era necesario estar en sexto curso. Yo había aprendido “geometría” en sexto curso porqué mi madre había traído un manual a casa de la escuela.

De hecho, siempre fui la mejor de la clase en matemáticas, primero en la escuela y después especialmente en la universidad. En los exámenes en matemáticas obtenía las mejores notas sin esfuerzo, mientras que casi todos mis compañeros realizaban tres o cuatro veces los exámenes para obtener un cinco para aprobar. En uno de los seminarios, el profesor de álgebra diferencial que daba conferencias en la Sorbona dijo: “Eres demasiado buena en comparación con los demás, pudiendo salir a dar un paseo mientras tus compañeros realizan y entregan el examen. Tienes un diez, ¡enhorabuena!”. Realizamos el seminario de  ALGAED con él. En todos los cursos que yo asistía siempre resolvía los problemas y ejercicios.

- Creo que la conozco- dijo Razvan a Camelia- ¿Está ahora en la universidad?

Camelia iba de camino con el profesor Nadrag, el jefe del Departamento de Electrónica.

-          Vamos a tener pronto los términos del contrato de investigación de fabricación de tractores. El Director Adjunto había visto tu presentación en la conferencia, a él le gustaste y me preguntó si podría darle tu teléfono. Es un hombre muy inteligente, dirige una fábrica con más de 10.000 empleados y tiene un doctorado en robótica. Quiere casarse y busca esposa. ¡Ya le di tu teléfono!

Esa noche, Camelia recibió una llamada del Director Banescu.

- Eres la mujer más hermosa que he visto nunca –le dijo- tengo un par de horas en la universidad como profesor, pero el trabajo en la fábrica me ocupa todo el tiempo. Yo trabajo desde la mañana hasta la noche.

Camelia respondió a todas las preguntas de una forma cortés y tímida, porque el profesor era trece años mayor que ella y tenía la sensación que estaba hablando con un profesor muy estricto. El Director estuvo hablando, haciendo elogios y declaraciones de amor durante una hora o dos y a partir de ese día la llamaba todas las noches antes de acostarse.

Al día siguiente, antes del descanso, Camelia pasó por el laboratorio de Razvan para coger un libro de informática.

- ¿Por qué estás tan agitado Razvan? –le preguntó Antonio, un colega que siempre se reía con Razvan - ¿A quién viste?

Razvan no respondió.

A la salida Joana, la única mujer ingeniera del colectivo, la había estudiado  con interés. “¿Razvan tiene ex novia? –pensó Camelia. Hay que decir que solo lo había visto hablar con sus colegas.

En el descanso Camelia salió nuevamente a tomar un café con Razvan.

- En nuestro equipo podrías progresar y satisfacer tus sueños. Yo quería estudiar el proceso de las imágenes y hacerlo ahora –explicó el hombre. Cuando eras pequeña ¿Cómo aprendiste tanto? –dijo Razvan.

Camelia pensó, de hecho en el colectivo donde trabajaba era como los investigadores famosos que había leído tiempo atrás. Todos eran apasionados de sus trabajos, los ordenadores, trabajando todo el día en la universidad, desde la mañana hasta la noche, sin ser obligado, incluso trabajando los días libres, trabajaban por placer. Sin tener estrés ni en el trabajo ni en el hogar. Fueron valorados y respetados por la gente por su inteligencia y por el trabajo que estaban realizando. Porque sólo el 2% de los graduados del colegio podían ir a la universidad, siendo seleccionados para la investigación los más brillantes de este grupo.

- Mi abuelo me enseñó también algo permanente por medio del juego. A los cuatro años yo tenía un insectario y un herbario, donde me escribió el nombre en latín de cada planta cosechada, como  Galanthus nivalis“ para la campañilla blanca recogida en la colina Dealul Melcilor, a los pies de la montaña. Tampa o “Scilla bifolia“ para la violeta del mismo lugar. Mi madre estudiaba entonces la segunda carrera, las “Ciencias Naturales”, así que yo tenía mucho material de lectura. Mi abuelo me enseñó todas las plantas de los bosques cercanos de Brasov –flores, arbustos- y en el campo, cerca de la estación de Brasov, su vegetación específica. Me encantaban todas las plantas y todas me parecían fascinantes, incluso la humilde maleza. Recuerdo que una vez recogí en el campo un puñado de laureles, fascinada por sus flores blancas inmaculadas y mandrágora con su atractivo color violeta-púrpura, de aspecto único, una extraña flor. La abuela cuando los vio en mi mano  me dijo que las tirase, que eran venenosas. “Pero son tan hermosas”-dije yo. Sin embargo las tiré, pero en mi mente no podía creer que algunas flores tan hermosas pudieran ser tan nocivas.

- ¿Sabes alemán? Yo aprendí en el colegio “Johannes Honterus –dijo Razvan.

- Yo estudié en el colegio “Dr. Ioan Mesota”, que era por aquel entonces el más severo –dijo Crina. Lo llamaban La Bastilla.

- Yo hablo alemán desde pequeña con mi abuela, siendo esa su nacionalidad.

Cuando regresó a la universidad, Camelia estaba hablando con Joana. Ella no sabía que esta conversación sería el comienzo de una buena amistad. Camelia era extremadamente buena y educada, pero las chicas y mujeres la envidiaban tanto que ella nunca había podido tener una amiga, ahora había encontrado una chica igual de hermosa e inteligente, que la admiraba pero no la envidaba.

Camelia pensaba en las palabras de Confucio “tu no empiezas una relación de amistad con alguien que no es mejor que tú mismo”. El aforismo corresponde “y para el alma gemela” concluyó ella. “¿Entre los hombres que se enamoran de mí va a haber un hombre más inteligente que yo?” se preguntó. Ella no sabía que el ser muy inteligente, muy altruista, tener un alma increíblemente buena, en el mundo que le había tocado vivir eran defectos importantes.

Era diciembre, durante toda la noche solo escuchó armas de fuego, nadie durmió en la ciudad. Los anunciaban varios rumores en la radio y la televisión, como que el agua estaba contaminada y no se podía consumir el agua del grifo. Habían disparado a una joven familia de las casas vecinas, los habían fusilado junto a su niño, en la cama.

A la mañana siguiente, sonó el teléfono.

-Soy la señora Pascu, Mi Theodore, un gran patriota fue a la universidad, también debes de ir. Todos los colegas están allí. ¿Por qué no vas Camelia? –le dijo.

Todavía no habían parado los disparos en la ciudad y era muy peligroso ir. De vez en cuando se escuchaba una ráfaga. Camelia viajó a la Universidad con el corazón encogido. Cuando llego al centro de la Universidad permaneció asombrada. El edificio había sido acribillado a balazos, así como todos los edificios de alrededor, sin embargo no había nadie.

El portero le dijo:

-          Nadie llegó hoy a la universidad, señorita. ¡Es la revolución!

Camelia no entendió porque la madre de Theodore, la señora Pascu la llamó para que fuera a la Universidad. Todavía se escuchaban disparos. Era muy peligroso. ¡Era la Revolución!

“Revolución, un mundo nuevo” –pensó Camelia. “Así que hay personas buenas”. Todas las personas inteligentes que ella conocía eran también personas muy buenas de alma y generosas. “Es probablemente una relación indisoluble entre inteligencia y bondad” –pensó Camelia. Un mundo mejor no se puede hacer con personas malas.

 


[1] Plato tradicional de la cocina rumana, muy parecido al pisto manchego. (N. del T.)

 

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